EL SEPELIO – ARTURO WONG SAGEL
Es martes 18 de mayo, me encuentro en Teatro
La Estación para ver la obra El Sepelio, escrita y dirigida por Arturo Wong
Sagel; con las actuaciones de Mara Bethancourt y Saraí Guevara.
Antes de continuar, creo que es pertinente resaltar que llego a Teatro La Estación, en metro, el segundo día de ser mandatorio el uso de pantalla facial al ingresar a las instalaciones del Metro de Panamá (la cuarentena inició el 25 de marzo de 2020 según wikipedia ). Me pregunto si a partir del lunes 17 de mayo de 2021, el virus cumplía cierta mayoría de edad que le hacía más letal que el día, mes u año anterior, o si el virus empezaría a descargar automáticamente para sí, apps no disponibles antes de esa fecha. Imagino que esto sirve como preámbulo a la comedia que vengo a ver. (Oficialmente, el motivo de la careta es que a partir del 17 de mayo, la capacidad de pasajeros puede llegar hasta el 80% )
El Sepelio es una propuesta de teatro de
humor ácido, y en las circunstancias actuales, un auxiliar para la salud mental
y el pensamiento crítico en un panorama desalentador en ámbitos variados,
(económicos, mentales, sociales, gubernamentales, situación de derechos
humanos, etc.) en los que no cesan de irrumpir golpes reveladores de la
dinámica biopolítica local; la obra responde con bastante dulzura y humanidad -probablemente
debido a que su idea surge a partir del fallecimiento de la abuela del autor-a
una coyuntura donde la crítica y los cuestionamientos al poder, han sido, si
hablamos en términos modernos, cancelados a través de la intimidación,
la desacreditación, la descalificación y la evasión en matices variados, siendo
precisamente objeto de estos manejos inapropiados los
señalamientos brindados por una parte del sector teatral organizado.
El argumento de la obra es el siguiente:
Vielka, viuda de Mariano, vive con Sandra, su “ordinaria” hermana menor. Mariano muere en pandemia pero
no de COVID, y a Vielka y Sandra les toca lidiar con las deudas y acreedores de
Mariano que no dejan de llamarla, soportar el hedor del cadáver de Mariano, encontrar
el testamento extraviado del difunto, coordinar los preparativos del sepelio.
En medio de todo ello: el alcohol isopropílico, los ansiolíticos, el bono solidario, el
zoom, los paquetes funerarios, los ritos religiosos y el tener que arreglárselas con las
presencias incidentales de la cotidianidad: la vecina bochinchosa, el borrachito
cantor, el tío acosador, el vendedor de verduras inoportuno, etc.
Cuando voy a ver una obra de Arturo Wong
Sagel, tengo una idea del lenguaje escénico al que recurrirá, ello es producto
de encontrarnos con un teatrista que ha ido confirmando una voz de autor, nos
guste o no esa voz. Hablando de modo bastante general, en su trabajo es notoria
una gran influencia y atracción por lo esperpéntico y grotesco, un afán -a
veces innecesario y en detrimento de la puesta - por incomodar y seguir el
lenguaje tradicional de lo irreverente, y la puesta en escena de trabajos de
temática ambiciosa que coquetean con lo experimental en códigos cercanos, en
los que incorpora recursos y signos contemporáneos. Lo tragicómico en sus propuestas está en
función de producir obras inteligentes, en las que desfila la sátira y la denuncia social. En algunas ocasiones puede cruzar la línea de lo pretencioso, mas tengo la impresión de que a Wong Sagel como teatrista, no le importa mucho hacerlo si lo cree necesario para shockear
a un público teatral bastante conservador y poco acostumbrado a cierto tipo de
teatro, por lo que asume la producción de obras arriesgadas – en el contexto
panameño- en su forma de construir la dramaturgia escénica.
En El Sepelio, como anuncia el título, el tema de partida es la muerte y sus ritos, situados en el contexto panameño de la pandemia. Transcurre en 3 días, y tiene unidad de espacio. En palabras de su autor, es
la obra más aristotélica que ha hecho.
Me gustaría destacar dos momentos de la obra:
la escena de Vielka cantando, destrozando y resignificando el cantoral de la
misa con un ukulele, y la escena de Vielka y Sandra bailando con la urna de las
cenizas del difunto a la que visten con una camisa.
La primera porque sintetiza formalmente el
desafío semiótico que encara la obra, al proponer muy en sintonía con la
tradición mexicana y afrocaribeña, reírse de las pérdidas y de la muerte; como
bien sabe Wong Sagel, la idiosincrasia panameña tiene todos los elementos para digerirlo
de ese modo, para reírse de lo absurdo y de lo triste. La segunda mención, la hago
porque su éxito radica no en aportar algo original, sino por fluir, ser
pertinente en la narrativa; y por el teatro de objetos, aún cuando se trate de
un ligero guiño, yo lo disfruto mucho. Ese momento apoyado con esta influencia teatral es cierto que se orienta hacia lo cómico, pero también, al cosificar y
humanizar simultáneamente ese fetiche circunstancial, bien puede aludir a lo sensible
de la perdida del cuerpo con el que se convivió, se amó, se peleó y se desconoció en su esencia, he allí la verdadera tragedia y comedia de las despedidas.
También quisiera resaltar el astuto contraste simbólico
de la computadora, la plataforma de zoom y
el celular “inteligente” como parte fundamental de la narrativa -diría
que fuerzas actantes- con el impedimento de la tecnología de antaño que surge como
vehículo de la última voluntad del difunto; el desenlace de la obra está
vinculado a un artefacto prácticamente obsoleto y aunque nos resulte impensable
por anacrónico, fue en su momento, en manos de casi cualquier mortal, un método
para desafiar el tiempo y el espacio.
Las actuaciones en esta puesta son muy buenas,
es decir, la comunicación en escena es convincente en su universo y hasta me
hizo preguntarme si varias alusiones creativas que enfrentan los personajes, más
que hipérboles, pudiesen ser vivencias extraídas de cuando la realidad
supera la ficción. Con frecuencia, creo que se banaliza la actuación de
tinte cómico, pero la sutileza y naturalidad teatral en este género es posible, (sí, ya sé que no
es una “típica” comedia, sino una comedia negra) lo logran notablemente Mara y Saraí; como público, lo agradezco y me es digno de ser resaltado. Sí, a ratos hay
algo de descontrol vocal cuando se grita, pero ello no le resta deleite a
sus interpretaciones. Encontré ciertos detalles de actuación que subsisten
más allá de los diálogos encaminados a lo hablado, se trata de mohínes, lo que
hacen las manos, ciertos gestos, hay delicadeza que disiente maravillosamente
con la presencia grandilocuente y rústica de ambos personajes lo cual les enriquece.
Lo único que me incomodó un poco fueron las voces
en off de los familiares en zoom, ya que sus modos no eran tan creíbles como los que
las actrices sí transmitían en escena; las voces no eran cónsonas con la idiosincrasia propuesta de los personajes ni con el modo de actuación sostenido por Mara y Saraí durante la obra, contrastaban sin
aportar.
Con respecto al texto escuchado, en este
momento viene a mi memoria el diálogo entre Saraí y Mara sobre echar el cuerpo de
Mariano a los animales, a los gallotes, al MINSA. Lástima que no pude anotarlo.
Así que sí, ojalá logren adquirir sus boletos para las dos últimas funciones disponibles: martes 25
y miércoles 26 de mayo a la 7:30 p.m., vale la pena asistir, no sólo por apoyar el teatro local, sino
porque El Sepelio es un buen trabajo que nos enfrenta, una vez más, a nuestros complejos
coloniales, la hipocresía, la superficialidad y el absurdo de la virtualidad
que nos desnuda ante el vacío.
Hola Alessa,
ResponderEliminarMis saludos. Me pareció muy acertada y completa tu apreciación de la obra el sepelio de Arturo Wong Sagel. Asistí a la ultima función y quedé con un buen gusto de la obra. Es una pieza entretenida, graciosa y bien llevada, sin embargo hay algo que quisiera comentar como espectador en el mejor animo de crítica. Esto se refiere específicamente a la escena del 2do acto en la que Sandra le confiesa a Vielka que había tenido una relación con Mariano y eran amantes. Aúnque este vuelco en la trama se veía venir y fue preparado inteligentemente en la escena y dealles previos en el transcurso de la obra,me pareció que era el momento cumbre de la obra, el climax. La escena dramática dentro de la comedia, una escena de impacto que dentro de la trama marcaría la relacion de las hermanas. Sin embargo creo q la escena no tuvo el impacto que implicaba el texto. Luego se da la reconciliación entre las hermanas sin pena ni gloria y la obra continua con la siguiente escena .
Salvo este detalle que me parece debió haber tenido mas peso, la obra me pareció entretenida y bien actuada.
Nuevamente envio mis saludos.
Iván Rolla